Pasáronse las flores del
verano
el otoño pasó con sus
racimos,
pasó el invierno con sus
nieves cano;
las hojas que en las
altas selvas vimos
Luchando, cuerpo a
cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo,
estoy clamando,
a Dios. Y su silencio,
retumbando,
ahoga mi voz en el vacío
inerte.
Qué suavidad! ¡Qué
clareza!
¡Qué rancio gusto y
olor!
¡Qué paladar! ¡Qué
color!
¡Todo con tanta fineza!
Y encontré mi ilusión
desvanecida
y eterno e insaciable mi
deseo;
palpé la realidad y odié
la vida;
sólo en la paz de los
sepulcros creo.
Me duele este niño
hambriento
como una grandiosa
espina
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de
encina.
(Miguel Hernández)
Poesía es nada, apenas:
es la feliz expresión
atada con las cadenas
forjadas por la ilusión.